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Capitán Eclipse y Reed, en El enigma de Antara.

Capítulo 1. Encrucijada en Xarris.

En algún lugar del hiperespacio, en La Periferia. Año 1512 de la Paz de los Mensajeros.

La alarma de proximidad, que indicaba que el viaje por el hiperespacio tocaba a su fin, sacó a Reed de un profundo sueño. Se apartó los largos mechones anaranjados del rostro sin abrir los ojos, y permaneció unos minutos más tumbado en la litera, aun sabiendo que ya no volvería a dormirse. Sintió un leve mareo cuando la Charlotte entró en el espacio normal, dejando atrás aquel atajo interdimensional que permitía a las astronaves reducir viajes de miles de años a meses, días e incluso horas. Abrió los ojos finalmente: las luces del techo parpadeaban, y lo harían un buen rato mientras unos sistemas se desconectaban y otros se activaban. Los motores sub-luz entraron perezosamente en acción con una ligera vibración que se sintió en todo el fuselaje. El Capitán Eclipse, experto en herejías tecnológicas1 , había logrado modificar la velocidad y maniobrabilidad de aquella vieja nave, pero muchos sistemas se resentían antes y después de cada salto. Reed pensó en positivo: al menos ahora ocupaba uno de los dos únicos camarotes de a bordo, y ya no tendría que dormir hacinado en la bodega con el resto de la tripulación, con el calor, los olores y los ruidos. Ya solo quedaban el capitán y él.

Tras dejar Caledonia2 , y repartirse el botín de la última misión, el grupo de piratas que había conformado la tripulación de la Divine, la anterior astronave de Eclipse, se había ido reduciendo progresivamente a medida que fondeaban en puertos y estaciones. La Charlotte, rebautizada así por su nuevo capitán, era una nave demasiado pequeña para servir como buque pirata. La total ausencia de armamento y su limitada capacidad de carga la hacían poco adecuada para el asalto o el robo de mercancías en el espacio. A los piratas no les quedó más remedio que buscar fortuna en otras naves. Reed permaneció junto al Capitán Eclipse y, con los víveres y el combustible bajo mínimos, pusieron rumbo a Xarris, donde esperaban encontrar algún trabajo como transportistas o quizás adaptar la nave para llevar pasajeros.
Se incorporó sobre el colchón y tocó el suelo de rejilla de metal con los dedos de los pies. Estaba frío pero le resultaba agradable y le ayudaba a despertarse. Envuelto aún en la manta, hizo un bulto con su ropa, que acomodó debajo de un brazo, y salió al pasillo en dirección al único aseo de la astronave. Se duchó rápidamente soltando quejidos cada vez que el chorro de agua aumentaba de temperatura, sin ton ni son, y se secó en medio de una densa nube de vapor. Se puso la parte inferior de un viejo mono de trabajo marrón, con tirantes y ceñido a la cintura. Aún se le hacía extraño llevar pantalones tras toda una vida vistiendo kilts. Se acercó al espejo y retiró parte de la humedad con la palma de la mano, estudiando su reflejo con detenimiento. En su cuerpo empezaba a hacer estragos la insuficiente alimentación de las últimas semanas. Las costillas ya se marcaban bajo la piel blanca, ahora enrojecida por el agua caliente, y empezaba a perder la masa muscular ganada tras una vida de alimentación sana y abundante, y entrenamiento militar en Caledonia. Después de semanas creciendo libremente, las patillas se habían convertido en una barba anaranjada, más larga que poblada, que ya le cubría la mitad del rostro. El cabello, rojizo y húmedo, le caía sobre los hombros. Decidió que su aspecto necesitaba una vuelta de tuerca más. Nueva vida. Nuevo destino. Nueva profesión. Nueva imagen. Recogiendo todo el pelo en un solo mechón tras la nuca, tal y como lo había llevado desde que era niño, buscó una navaja con la mano libre, y empezó a cortar la cola de caballo desde la base, deslizando la hoja repetidamente y con determinación. No resultó ser tan fácil como imaginaba y tuvo que insistir hasta que finalmente se quedó con la coleta en la mano. Sin saber bien por dónde seguir, sujetó otro mechón, cuando una voz le interrumpió desde el pasillo.

- Y pedir ayuda antes de hacerte un destrozo...¿no se te ha ocurrido? - El Capitán Eclipse, con los brazos cruzados y apoyado en el marco de la puerta, le observaba con gesto divertido. Reed puso los ojos en blanco y contó mentalmente hasta diez. Algo para él tan básico como avisar antes de entrar en un aseo ocupado, no entraba dentro de la laxa etiqueta de un bucanero espacial. Giró lentamente la cabeza hacia él y, con una sonrisa claramente impostada, le ofreció la empuñadura de la navaja.
- Toda tuya.

El capitán, colocándose justo detrás de él, empezó a cortar cabello con la hoja. Le hacía gestos de interrogación a través del espejo a medida que avanzaba, alzando las pobladas cejas negras, y el caledoniano asentía. Cuando Eclipse terminó, Reed cabeceó una última vez a modo de aprobación. El pirata empezó entonces a soplarle los mechones de cabello que aún le quedaban sobre la espalda y hombros, sacudiendo algunos con la mano. El pelirrojo, repentinamente incómodo, se giró hacia el pirata.
- ¡Muchas gracias, capitán! Ya sigo yo...- y se apartó bruscamente, avergonzado de su propia reacción.
- Vale. – finalizó Eclipse con tono indiferente.

Mientras Reed terminaba de vestirse apresuradamente, el pirata se miró en el espejo con expresión de enfado y se pasó una mano por el revuelto cabello negro, aún demasiado corto para su gusto. Finalmente, soltó un bufido de resignación, y se limitó a colocarse la bandana roja a la altura de la frente.

Reed, espiándole mientras se vestía, no pudo evitar sonreír. En Caledonia el pelo corto era un signo de debilidad entre los hombres, por eso se le cortaba a los criminales; era un modo de humillarles y señalarles públicamente. El capitán había pagado así su reciente paso por la cárcel allí2.

- ¿Por qué nos hemos separado del resto? ¿Hay alguna norma, entre los vuestros, que impida a un capitán, como tú, servir en otra nave?- interrogó Reed. El pirata, sin dejar de darle la espalda, tardó unos segundos antes de responderle.
- No la hay. Simplemente no tengo intención de servir de nuevo a las órdenes de otro que no sea yo. - Dicho esto salió al pasillo en dirección al puente, seguido por Reed.
- Xarris es un lugar muy concurrido, pelirrojo. No nos será difícil encontrar trabajo allí y ahorrar algo. Necesitamos dinero para que un buen mecánico añada defensas y armamento a esta nave. ¡No se puede volar así por la Periferia ! - explicó abarcando techo y paredes con un movimiento de la mano.
- ¿Y tu parte del oro? ¿no es suficiente para pagarlas?
- ¿Recuerdas la Divine? ¿mi Divine? ¿esa maravilla en la que ya no volamos? Pues justo antes de conocerte ya me había endeudado para terminar de modificarla. El oro bastaría para saldar mis deudas con Goshi, pero esa mujer no a va plantearse siquiera tocar la Charlotte si no llevamos algo más de dinero encima, y créeme, no queremos otras manos que las suyas optimizando este trasto. Ella tiene un taller en La Isla, cerca de aquí. Volaremos allí tras trabajar un tiempo en este sistema. Reed ordenó la información en su cabeza mientras se sentaba en el sillón de copiloto. Alterar las naves sin permiso de los Mensajeros era algo altamente ilegal, y aberrante para la mentalidad de la gente en los Reinos, pero en la Periferia era otro cantar. El capitán se sentó en su puesto y desconectó el piloto automático. Aún viajarían a velocidades altísimas hasta llegar al planeta, pero apenas se percibía por las ventanas al no haber otra cosa que vacío espacial en el exterior.

Tardaron unos minutos en tener Xarris a la vista. El capitán redujo a velocidad de maniobra y bordearon unas nubes de gas verde. Dirigió la Charlotte con habilidad en una última curva alrededor de otro cúmulo nuboso y Xarris apareció frente al ventanal del puente. Reed se deleitó unos segundos con la visión del planeta, de un blanco marfileño casi uniforme. A simple vista no pudo distinguir tierra u océanos en la superficie. ¿Sería una bola de gas? ¿Un mundo helado, quizás? Bajó la vista hacia la pantalla que se empezaba a llenar con los datos que transmitían los sensores de la astronave. Las señales de varias decenas de naves fueron apareciendo en la cuadrícula. Volvió a mirar por el ventanal de proa y empezó a distinguir la silueta de varios navíos recortados contra el fondo blanco del planeta. De repente un destello en la órbita llamó su atención. A los pocos segundos se produjo otro destello más, y esta vez se le asemejó a...

- ¡Eso ha sido una explosión! - confirmó el capitán, que miraba en la misma dirección. Acto seguido empezó a teclear y a hacer ajustes. Reed también fijó la vista en la pantalla, con una repentina sensación de alerta.

De repente una sacudida hizo temblar toda la nave. Las luces de los mandos parpadearon cuando dos haces de energía amarillos pasaron por encima del mamparo del puente atravesando el vacío.

- ¡Nos atacan! - exclamó Reed activando los sensores de popa y comprobando que, en efecto, tres naves, con las armas activadas, se acercaban a ellos por detrás a toda velocidad.

Sin perder un segundo el capitán giró el timón, empujando a la vez la palanca de potencia hasta su tope. Los motores rugieron debido al esfuerzo y la Charlotte salió despedida en un rizo hacia abajo, esquivando otra andanada de energía, por los pelos. El sistema de gravedad artificial se adaptó a duras penas a la maniobra y Reed estuvo a punto de salir despedido del sillón. Sujetando los controles, tratando de adaptase al giro y a la sensación de mareo, activó los escudos de energía justo a tiempo para bloquear otra ráfaga, que les dio de pleno muy cerca de los motores. Toda la nave se sacudió con el impacto y saltaron chispas de un mamparo en la pared. Los datos de la pantalla no eran muy alentadores.
- Un par de impactos más así y perderemos el escudo- informó Reed mirando al Capitán. Éste, sin inmutarse y concentrado en el vuelo, tiró de la palanca de potencia hacia atrás pasando de cien a cero en segundos. El pelirrojo, conteniendo las náuseas, vio pasar a las tres naves sobre el ventanal, que no pudieron frenar a tiempo y esquivaron a la Charlotte por los pelos .

- Son corsarios caníbales de la banda de Tenma - explicó el capitán tras echar un rápido vistazo a las naves y sus distintivos. Volvió a darle potencia a los motores y, describiendo una curva muy pronunciada, salieron despedidos en dirección opuesta a unos atacantes que trataron de retomar la persecución con dificultad. - Hemos llegado en medio de un asalto a Xarris. Tenemos que salir de aquí pitando, no hay opción de supervivencia en una nave desarmada. La última vez que este grupo atacó un planeta, se dedicaron al pillaje durante una semana, comiéndose a parte de los que no pudieron huir, y vendiendo como esclavos a los más afortunados. Cada vez se acercan más a la frontera.

¿ Caníbales? Reed no pudo evitar recordar el encuentro que ambos habían tenido con los corsarios de Lithus hacía semanas, del cual habían salido con vida por los pelos2 . Localizó a sus perseguidores en los sensores. La maniobra de Eclipse había puesto algo de distancia de por medio, pero eran naves más rápidas y les volverían a tener al alcance en unos minutos. El pelirrojo, sin querer distraer a Eclipse de sus maniobras, activó el programa de cálculo hiperespacial. Al no poder repostar en Xarris, apenas disponían de combustible para un salto más, y no para uno a larga distancia. Abrió la boca para preguntar un ¿hacia dónde?, pero un nuevo impacto le interrumpió, derribando los escudos traseros de paso. El capitán, clavando en él los penetrantes ojos grises, y en medio de otra maniobra desesperada para sortear la lluvia de disparos, exclamó:

- ¡Sácanos de aquí! ¡ahora!

Reed asintió sin rechistar y se puso manos a la obra calculando una ruta de escape en la computadora.

1 Herejías tecnológicas: La tecnología fabricada por los Mensajeros lleva sellos sagrados que han de romperse para poder ser intervenida o modificada. Ésto es considerado un acto herético en los Reinos, y aunque en la frontera se hace, se hace a riesgo de arruinar la pieza. Solo los mecánicos más experientados puede romper un sello sin malogar las piezas. Las naves con sellos rotos en sus piezas son multadas en los reinos y deben rendir cuentas ante los Mensajeros
2 Leer Rescate en la Periferia.

¿Hacia dónde se dirigirán para salvar sus vidas? _________________________________________________________
Opción A: Volver a su anterior destino y utilizar parte del oro, ahorrado para las deudas, para reabastecer la nave, aunque esto suponga eliminar a corto plazo la posibilidad de pagar armas para la Charlotte. Con combustible podrían buscar trabajos en sistemas estelares más alejados y quizás más seguros para una nave desarmada.
Opción B: Acelerar el plan y viajar hasta la Isla, aunque esto suponga quedarse a cero al pagar las deudas del Capitán con el taller de Goshi, sin combustible para otro salto interestelar y sin dinero para armar la nave. Una vez allí buscar trabajos alternativos para una nave desarmada.

¿Quieres saber que hizo Reed? lee el capítulo 2...
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Eclipse

Reed
(NUEVO)

Xarris
(NUEVO)
Caledonia Mapa
estelar

YA A LA VENTA! Los Anillos de Beta Hidry ________________________

"Año 1492 de la Paz de los Mensajeros. Un adolescente de un mundo remoto de La Periferia, se enrola en la nave pirata Karina y vive emocionantes aventuras. Una historia con nuevos personajes, que no salen en los cómics, situada varios años antes en el tiempo. Ideal para iniciarse en este universo...."

Primer relato ambientado en el universo de Las aventuras del Capitán Eclipse.

5 € (envío ordinario a España está incluido, envío internacional)
El libreto en tamaño A5, 40 páginas 80 gr. Portada doble a todo color + 5 ilustraciones interiores en grises.




YA A LA VENTA! Capitán Eclipse - Rescate en la Periferia
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" Año 1512 de la Paz de los Mensajeros. El Capitán Eclipse y su tripulación, a bordo de la nave pirata Divine, asaltan un carguero en el reino de Caledonia. Mientras tanto, en el mismo sistema estelar, la Reina Idonia trata de evitar, en secreto, una desastrosa crisis política..."

68 páginas a todo color 15 € (envío ordinario a España está incluido, envío internacional)

Capitán Eclipse -Las Hijas del Cometa ________________________

" Año 1508 de la Paz de los Mensajeros. En el alejado sistema estelar de Chakkara, las Hijas del Cometa se preparan para realizar sus ofrendas en un ritual centenario, pero unos invitados no deseados entran en escena..."

Historia corta de 6 páginas para la revista de cómic, Ensueños.

Capitán Eclipse - La leyenda del Pirata. (Lectura on-line gratuita)

" Año 1510 de la Paz de los Mensajeros. En uno de los mundos sistema estelar de las Siete Lunas, Pym el cuentacuentos entretiene a los parroquianos narrando sus vivencias a bordo de un navío pirata..."

Historia corta de 6 páginas para la revista de cómic, Ensueños.